Por: Nicolás Montero Domínguez
Los temas de cuidado siempre serán una oportunidad para abrir un diálogo sobre la salud mental y física, y también sobre esas estrategias que permiten cuidar, mejorar, cuestionar y ahondar en los comportamientos problemáticos que los roles de género, y larga tradición de machismo en nuestras relaciones, han dejado para los hombres de Bogotá.
Ha sido, desde nuestro enfoque de crear una ciudadanía más justa y unas formas de vida que cuiden de verdad la vida, una preocupación y un reto pensar el papel de los hombres en la sociedad, más allá de antiguas y heredadas respuestas que no hacían otra cosa que lastimar a todas las personas involucradas. Cuestionar el machismo, nuestro machismo, reconocerlo y hacer algo al respecto era una tarea pendiente con la que nos hemos comprometido. Así surgieron, paralelas y complementarias, la Línea Calma y la Escuela Hombres al Cuidado, dos estrategias que buscan profundizar en la relación de los hombres con sus emociones e invitarlos a asumir una postura donde el cuidado y el rechazo a cualquier forma de violencia sean claves.
En sus quince meses de funcionamiento la Línea Calma ha atendido más de 5.000 llamadas y acompañado casi 3.000 procesos psicoeducativos. Eso son más de 7.000 hombres que se han mostrado dispuestos a cuestionar y tramitar de otra forma sus emociones, que se han mostrado dispuestos a vivir y sentir de otra manera, que han asumido su rol en la construcción de una sociedad distinta, donde ningún tipo de violencia es válido, donde el cuidado es la palabra clave. Por su parte, la Escuela Hombres al cuidado desplegó, hasta ahora, 1.000 interacciones móviles en el territorio, que propician conversaciones para que asumir la responsabilidad por el cuidado directo e indirecto, emocional, y ambiental, sea un propósito compartido por los hombres de Bogotá.
A esto sumamos nuestra miniserie Calma, una propuesta audiovisual que busca ahondar en la conversación sobre imaginarios e incidir en su transformación desde las maneras como representamos las posibilidades de la masculinidad. Todo esto para seguirnos pensando, para que los hombres de Bogotá puedan cuidarse y ser cuidadores, para que las relaciones entre personas se enriquezcan con otros lenguajes, para que la redistribución de las labores del hogar sea justa. Para cuidarnos y cuidar la vida, en resumen, que es el aprendizaje primordial, que es la conversación a la que todos estamos llamados a responder.