La semana pasada estuve, junto a representantes de las mesas culturales de Ciudad Bolívar, recorriendo el Teatro El Ensueño. Juntos caminamos por los camerinos, las salas de ensayo, los balcones, el foso. Nos sorprendimos con los sistemas mecánicos que permiten extender o recortar el escenario según las necesidades de las obras. De pie frente al telón imaginamos lo que será cuando cada silla la ocupen los espectadores, cuando el teatro, la música, la danza, el circo, llenen con su presencia vital la caja escénica.
A lo largo del recorrido vi la sorpresa, la emoción, la expectativa en cada representante de las mesas. Se respiraba la emoción de los creadores al saber que en su territorio había por fin un “escenario digno” (sus palabras, no las mías) para la cultura. Y entre más grande era su emoción, más volvía a convencerme de la importancia de una conversación que venimos llevando desde el primer día a los territorios: la responsabilidad que como creadores tenemos ante nuestras comunidades. La pregunta no es qué puede la cultura hacer por mí como creador, sino cómo puedo hacer yo como creador para potenciar la cultura y las conversaciones alrededor de la cultura en mi comunidad, cómo puedo tejer los lazos, conectar las vidas, que finalmente le darán sentido y contenido a los escenarios culturales y a la experiencia cotidiana.
Los grandes escenarios son a la vez una gran responsabilidad, pararse en ellos, presentar desde ellos obras y propuestas, implica convencernos de que nuestra creación está en su mejor versión posible. Son meses de trabajo, de formación, de creación. Es reconocer que para una comunidad nuestro trabajo puede ser una conversación necesaria y esforzarnos para que el resultado sea, entonces, potenciador de diálogos. Que lo que nos queda a nosotros como creadores (todo el aprendizaje del proceso) pueda también llegar a quienes asisten para vernos. Crear no sólo por crear, crear no solamente para la satisfacción de haber creado algo, sino hacerlo con la mirada puesta en generar para los demás la oportunidad de poner en valor la experiencia de sus vidas cotidianas: de abrirse a nuevas reflexiones, a otras formas de comprender el mundo.
Las creaciones no deben quedar flotando en el vacío, tienen que llegar a las comunidades, tienen que seguir creando en otros. Porque es en ese diálogo donde finalmente aparece la verdadera potencia de una obra, de un libro, de una canción. Es ahí donde como creadores debemos jugarnos nuestro papel en la sociedad. Y ese es el llamado, esa es la gran apuesta del presente, eso es lo que esperamos signifique un escenario como el Teatro El Ensueño, eso es lo que esperamos permitan las iniciativas beneficiadas a través de Es Cultura Local, eso es lo que queremos que se pregunten quienes se presentan al Programa Distrital de Estímulos. ¿Cómo mi proyecto de creación se conecta con la comunidad y ayuda a tejer valor mutuo en la vida cotidiana? Ese es el sueño.