
Por Nicolás Montero Domínguez
Secretario de Cultura, Recreación y Deporte
Crear es crear lo imposible, lo impensable, lo que no ha existido nunca. En la imaginación del creador habita la semilla, el comienzo, de posibilidades ante las que generaciones anteriores abrirían desmesuradamente los ojos a causa de la sorpresa: ¿cómo puede pensar siquiera eso?, ¿cómo puede proponer aquello que suponemos no puede conseguirse, no puede lograrse? La creación, el arte y la cultura, son camino a lo desconocido, sendero que, con una brújula nunca vista, se adentra en el bosque para señalar otras formas de ser, otras formas de relacionarnos, otras formas de ver el mundo.
La responsabilidad de quien crea es lo nuevo (no la novedad, que es un truco, un artificio): aquello que resulta agua vital en tiempos de sed, aquello que aporta una respuesta a preguntas que parecían de piedra.
Como en Bogotá todos somos creadores tenemos un reto y una deuda ante nosotros mismos. Estamos conjurados (como los personajes de ese poema de Borges) para poner nuestra imaginación, nuestras conversaciones, nuestras inquietudes, nuestro tiempo y nuestra atención para responder a un pendiente vital: Necesitamos ser capaces de soñar, de construir, de permitir una generación libre de violencia por primera vez en nuestra historia. Necesitamos comprometernos, juntos, para que esto sea posible. Para que en el corazón de cada bogotano, de cada bogotana, se comprenda que toda vida es sagrada, y desde esa certeza establezcamos relaciones donde el cuidado y el respeto al otro sean premisas innegociables. Sean la base y la forma.
Nunca hemos tenido una generación así. Merecemos avanzar por ese camino, merecemos avanzar en construir una generación que no considere legítima la violencia. Nos lo debemos. Como ciudadanos, como vecinos, como padres y madres, como hijos, como amigos, como jóvenes y como viejos. Nos lo debemos desde hace demasiado tiempo. Nos lo debemos y lo necesitamos.
Y no es fácil. No es fácil porque implica pensar cómo todavía no lo hemos hecho, porque implica crear otras formas, porque implica escuchar y comprender por fin las palabras de Antígona que, frente a Creonte, dice no estar hecha para el odio, sino para el amor. Significa insistir en la esperanza, insistir en nuestra capacidad creadora al servicio del encuentro, del diálogo. Significa, ante todo, creerlo posible. No es fácil, pero eso no nos ha detenido antes, y no va a detenernos ahora.
Somos la Bogotá del siglo XXI. Este es nuestro reto, y será nuestro legado. Una generación libre de violencia. Creerlo posible, para crearlo. Ahí está nuestro esfuerzo, ahí está nuestra esperanza.