
Por Nicolás Montero Domínguez
Secretario de Cultura, Recreación y Deporte
Es sobre lo arduo donde más necesaria aparece la creación. En la aridez, crear es un oasis, o la flor de un cactus que promete, con su presencia, la posibilidad de reposo, abastecimiento, y tranquilidad para contemplar. Cada uno de nosotros lo habrá experimentado en algún momento: ante las complejidades de la vida que parecen imposibles de desentrañar, o ante los dilemas que dan la apariencia de irresolubles, crear permite la acción paradójica de tomar distancia y acercarse a la vez, para aportar desde sus enseñanzas caminos, posibilidades, que de otro modo no habrían llegado.
Es entonces en lo arduo donde debemos preguntarnos con mayor insistencia en cómo vamos a crear, cómo vamos a habitar a través de la creación para acercarnos a la Bogotá cuidadora que queremos soñar juntos. Toda nuestra atención, toda nuestra capacidad creadora, todas nuestras reflexiones y nuestros aportes están convocados a volcarse sobre esto: a pensar en Bogotá como la casa que compartimos todos; a ingeniarnos obras, textos, performances, acciones donde como ciudadanos podamos mirarnos a los ojos para reconoceros como iguales y construir confianza; a hacer de las relaciones comunitarias y ciudadanas el centro de nuestras apuestas; y sobre todo, a volver a insistir, a no dejar de sostener, a recalcar con todas nuestras fuerzas que toda vida es sagrada.
Pensar en Bogotá cuidadora implica aprender a relacionarnos de otras formas, y los procesos de creación están ahí para expandir nuestras visiones del mundo y ayudarnos a ver cuales son los caminos que deberíamos empezar a transitar. El poeta Raúl Zurita dijo alguna vez que a los poetas del futuro les correspondería una tarea muy difícil, pero muy estimulante, que su generación no había podido resolver: empezar a escribir una poesía cuyo punto de partida no fuera la cólera de Aquiles con la que comienza la Ilíada. Algo similar dice Bertolt Brecht en su llamado a los hombres del futuro, un insistir en el deber de encontrar otros caminos, de crear otras maneras, de establecer nuevas e inesperadas relaciones.
El cuidado es una forma posible de respuesta. Ahí está una intuición y una posibilidad, ahí está la conversación, quizás la más importante de todas. Somos llamados a participar de ella, a alimentarla, a enriquecerla. Somos llamados todos y todas, porque es en esa sumatoria de voces, en ese coro de la ciudadanía plena, donde aparecerá la señal, la idea, la manera que estamos buscando. Desde el respeto a la vida, siempre. Desde nuestra capacidad creadora, indudablemente.