Autor: Hans Christian Andersen - Odense, Dinamarca. 1805
-Sí, es una canción para las niñas muy pequeñas -aseguró tía Malle-. Yo, con la mejor voluntad del mundo, no puedo seguir este «¡Baila, baila, muñequita mía!» -
Pero la pequeña Amalia si la seguía; sólo tenía tres años, jugaba con muñecas y las educaba para que fueran tan listas como tía Malle.
Venía a la casa un estudiante que daba clases a los hermanos y hablaba mucho con Amalita y sus muñecas, pero de una manera muy distinta a todos los demás. La pequeña lo encontraba muy divertido, y, sin embargo, tía Malle opinaba que no sabía tratar con niños; sus cabecitas no sacarían nada en limpio de sus discursos. Pero Amalita sí sacaba, tanto, que se aprendió toda la canción de memoria y la cantaba a sus tres muñecas, dos de las cuales eran nuevas, una de ellas una señorita, la otra un caballero, mientras la tercera era vieja y se llamaba Lise. También ella oyó la canción y participó en ella:
¡Baila, baila, muñequita, qué fina es la señorita!
Y también el caballero con sus guantes y sombrero, calzón blanco y frac planchado
y muy brillante calzado.
Son bien finos, a fe mía.
Baila, muñequita mía....!
Ahí está Lisa, que es muy vieja,
aunque ahora no semeja, con la cera que le han dado,
que sea del año pasado.
Como nueva está y entera.
Baila con tu compañera, serán tres para bailar.
¡Bien nos vamos a alegrar!
Baila, baila, muñequita, pie hacia fuera, tan bonita.
Da el primer paso, garbosa, siempre esbelta y tan graciosa.
Gira y salta sin parar, que muy sano es el saltar.
¡Vaya baile delicioso!
¡Son un grupo primoroso!
Y las muñecas comprendían la canción; Amalita también la comprendía, y el estudiante, claro está. Él la había compuesto, y decía que era estupenda. Sólo tía Malle no la entendía; no estaba ya para niñerías.
-¡Es una bobada! -decía. Pero Amalita no es boba, y la canta. Por ella es por quien la sabemos.