Versión tomada de Asdrúbal López Orozco - foto: eloyhanoi
Dicen que antes que Margarita perdiera la razón, fue una reconocida maestra en el municipio de Fusagasuga y que en ese pueblo, ella vivía feliz con su único hijo, quien apoyaba al partido político liberal y que por esa causa, unos políticos conservadores le "quitaron la vida a su hijo".
Margarita decidió, entonces enterrar a su hijo en el Cementerio Central de Bogotá, junto a las tumbas de héroes de la patria y que se quedaría a vivir en una casa grande en Bogotá.
Narran que después del novenario de la muerte de del hijo de Margarita, ella visitaba la tumba de su hijo todos los días dejándole un ramo de flores, rezaba el Santísimo Rosario e imploraba para que descansara en paz. Después de rezar en el cementerio, se dirigía a la Catedral Primada de Colombia, a la Capilla del Sagrario, a la iglesia de San Agustín, a la iglesia de San Francisco, a la iglesia de la capuchina, a la iglesia de la Tercera, a la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá o a Lourdes.
Cuentan que Margarita alternaba sus rezos con obras de caridad en beneficio de prostitutas, habitantes de la calles y drogadictos, a quienes invitaba a su casa para que comieran, se bañaran y aprendieran de catecismo y urbanismo para hacerlos mejores personas.
Dicen que con el pasar del tiempo, Margarita perdió la razón. Y que en la época de 1.930 a 1.942, por las calles, parques y plazoletas de los barrios de La Candelaria, las Cruces, San Victorino, entre otros sectores, se veía deambular a la Loca Margarita. Una anciana bajita, muy hermosa, de cabello rubio ensortijado, con una diadema de girasoles en su cabeza. Tenía un cutis rosado, manos como de pianista, vestida toda de rojo, sombrero con cinta verde, gargantilla, falda ancha, cinturón verde, una túnica que la cubría hasta los tobillos y usaba además unas sandalias grandes.
Cuentan que La Loca Margarita se volvió incrédula. Tanto así, que desconfiaba de los sacerdotes, de los habitantes de la calle y hasta de las monjas. Ya no iban a su casa ni los que ella antes les ayudaba. Que ni volvió a entrar a las iglesias, ni tampoco al cementerio.
Recuerdan que al perder la razón, Margarita visitaba el Capitolio Nacional, la Plaza de Bolívar y hasta el Colegio Mayor de San Bartolomé y exclamaba ¡Que viva el Partido Liberal! Y gritaba con más fuerza ¡Abajo el Partido Conservador! Y criticaba fuertemente a los curas dizque por "santurrones" y a las monjas por "mojigatas".
La Loca Margarita, nunca perdió su vocación de maestra y decía que había que enseñarle a leer y escribir a toda la gente. Cuando los niños y niñas se le acercaban o pasaban por su lado, ella sacaba la cartilla "la alegría de leer" y se las mostraba.
Comentan, que en ocasiones cuando estaba en medio de una "conferencia" en la Plaza de Bolívar o en cualquier otro lugar, nombraba a sus autores, pedagogos e intelectuales importantes. De repente se ponía a reír y a llorar entristecida y recordaba su época de maestra.
El público que le gustaba escucharla, al verla tan afligida y dolida, también sentían los mismo, pero ella al verlos tristes, los animaba y los hacía estallar en risas exclamando discursos en contra del Partido Conservador y al recordarles sus excelentes cualidades para conversar.
Dicen que La Loca Margarita inspiró al ingenio del maestro Milciades Garavito para que en su honor compusiera una canción.