Una guitarra chisgueada, acompañada por alguna percusión de madera: el sonido que rebota en el pequeño domo geodésico de lona. Es el llamado de Mayaelo. Jóvenes se acercan: ¿qué hay dentro del domo? Vamos a tejer algo, vení aprendé a tocar algún instrumento, vamos a ver fotos del poblamiento de nuestros barrios… Mayaelo es el guambiano para construcción de comunidad, o eso dicen ellos, y tiene sentido; a la vez es música, audiovisual, memoria histórica, teatro, artes circenses, performance: “Estéticas amarradas con alambre”. Son jóvenes que alguna vez fueron compañeros de colegio, se subieron a la propuesta del profe de artes y van creciendo junto a su organización.
Llevar una roca desde la punta más alta hasta la plaza: juntarla con el libertador como conjuro: imagen, excusa acaso. Ganchos para reunir pelados y peladas de Ciudad Bolívar y otras localidades y poner en el alma algo que no sea la repetición sorda de destinos marcados. La música es su mejor vehículo, es infalible para atraer, para llenar y tomarse un espacio. Mayaelo ya lo han hecho con el Festival Periferia en sus múltiples ediciones.
En otro punto de los Cerros Orientales, el viento baja fresco y con fuerza del páramo. Para los jóvenes de los barrios Los Laureles suroriental, La Cecilia y Aguas Claras la belleza del río Fucha les da no solo un privilegiado paisaje, sino una fuente inspiración y sentido de protección medioambiental de sus territorios. El Colectivo Ambiente Tabanoy, Huertopía y la Colectiva Siembra Luna surgieron para arrancarle los jóvenes a la olla de microtráfico que se instaló entre los escombros de una de las casas de las familias reubicadas, y poner en ese mismo lugar a germinar una “utopía” con plantas medicinales, niños y señoras creciendo por ahí. Pomadas caseras y sabidurías campesinas populares para la cura de la salud.
Los libros cartoneros hacen parte de una de las joyas escultórico-lectoras que reposan en la biblioteca que atiende a diario más de treinta niños hijos de recicladores por la Fundación Pillkomayo en Kennedy. Las tapas de los libros tridimensionales están hechas todas de material reciclado: una osa de peluche, un pato amarillo con una alita azul o un cuervo con plumas de hilachas de algodón. Todos estos personajes viajan por la localidad en la Bibliorueda: reflexionar sobre el consumo responsable, el cuidado del ambiente y la importancia de adquirir el hábito de lectura como componente esencial en el desarrollo de la creatividad y la imaginación.
Por su sentido social y colaborativo, las prácticas del llamado arte participativo, arte comunitario o arte de compromiso; renuevan la dimensión sensible de la cultura circulando como un entramado de prácticas que brotan de la dimensión social sensible, de los saberes perceptivos y afectivos y por ello, se constituyen como proyectos estéticos. La variedad de saberes que circulan en las nuevas prácticas posibilita el ejercicio del disentimiento porque sus textos son potencialmente activos; provienen de la memoria creadora, común y cotidiana de las comunidades.
Creatividad frente al conflicto
Dos señoras entran a un jardín cercado por llantas recicladas y toman algunos manojos de cilantro. Es un jardín comunitario liderado por el colectivo Tejiendo Arte y Cultura. Hace unos años, cuando muchos jóvenes eran desaparecidos en Ciudad Bolívar y la gente se guardaba en sus casas después de las 6 de la tarde, ellos salieron a las calles a montar en zancos, o a tratar... no eran expertos en ninguna práctica artística o cultural, pero la necesidad de no dejarse quitar su espacio era más fuerte. El simple hecho de estar resbalando entre zancos en una calle que antes estaba vacía, era suficiente aliciente para que algunos curiosos se asomaran por la ventana primero, y luego a caerse también. Hoy tienen talleres en muchos ámbitos y entendieron que lo importante era reunir a la comunidad en un espacio alrededor de alguna actividad. No dejar que el miedo creciera entre los rumores y las puertas cerradas.
Antes de que cualquier institución entrara a los barrios y localidades de la ciudad, las iniciativas ya estaban trabajando por su comunidad. En Ciudad Bolívar, por ejemplo, la unión de la ciudadanía y de las organizaciones ha logrado —a través de la movilización y la ocupación de espacios estratégicos— detener procesos de minería abierta en lugares de suma importancia ambiental y cultural para esta localidad. De la mano de otras iniciativas, No le Saque la Piedra a la Montaña logró mover fuerzas colectivas para detener las actividades de multinacionales mineras.
Localidad de San Cristóbal: hace unas pocas semanas la ciudad se estremeció al ver con impotencia las llamas que consumían en vandálico acto la Casa del Viento, lugar que albergaba parte de la oferta cultural de la localidad. Desde ese día continúan reuniéndose, no ardió aquello de lo que están hechas. El anfitrión de este espacio ha sido la Corporación Cultural Zuro Riente, que fundó la biblioteca comunitaria “Simón el Bolívar”, luego de que una de sus gestoras —al nacer su primera hija— se preguntara por la mejor forma de hacer de su barrio un mejor lugar para los niños.
El arte que surge desde los contextos comunitarios es herramienta de conversación social, implica la potencialidad del diálogo y articula experiencias que transforman el hacer y el pensamiento de quienes participan en una democracia. De ahí que sea un error separar las cuestiones políticas y públicas del arte; y que esta última sea muy conveniente a la hora de aprender a construir la paz. Las acciones de estos colectivos emergen en las fisuras, en los puntos de quiebre, evidenciando una vez más, la fuerza de la micropolítica y la superposición en complejidad de las relaciones entre la cultura, el arte y la transformación social.
Lograr que los vecinos regresen, disfruten el espacio público, se encuentren y cuiden el lugar común que empieza a saber a hogar compartido: las puertas se abren al otro, los límites de lo “nuestro” empiezan a expandirse hacia nuevos lugares, ya no es solo mi casa o mi cuadra, sino que también es mi barrio, mi localidad y, en el largo plazo, mi ciudad. Crear comunidad en clave de cultura, en últimas pasa también por el disfrute del derecho a la ciudad, por ir ganando espacios desde los cuales posicionarse como ciudadano.
Política Cultural Local
Uno de los pilares del plan de desarrollo (Bogotá Mejor Para Todos 2016-2020) habla de la construcción de comunidad. Este pilar tiene dentro de sus estrategias el cambio cultural y la construcción del tejido social en el que las acciones participativas —desde prácticas artísticas, culturales, deportivas y recreativas— permiten suscitar la apropiación social del espacio, la convivencia, el respeto a la diferencia y la reducción de la exclusión social. Con esto en mente, la SCRD ha implementado varias estrategias enfocadas en barrios y localidades de la ciudad a través de su proyecto “Comunidades Culturales para la Paz”.
Pensar en los largos procesos de gestión, diseño e intervención por los que pasa cualquier proyecto institucional en territorio, hace necesario repensar la forma en que las soluciones deben aparecer. Entendiendo la emergencia de un ecosistema en el cual aparecen otras fuerzas a las gubernamentales: más versátiles, con mejor conocimiento de los lugares y con mayor cercanía a la comunidad, se trata de encontrar los mecanismos para —de manera conjunta entre ciudadanía y la SCRD— encontrar nuevas respuestas a viejos problemas, como los planteados por el deterioro de la convivencia o la dificultad para acceder y disfrutar del derecho a la cultura y la ciudad. En últimas, el papel de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes (SCRD) y su dirección de Asuntos locales y Participación es aportar —como un actor más— a esta coalición de fuerzas de gobernanza comunitaria.
Bogotá sigue siendo quizás una de las ciudades del país que más recibe poblaciones diversas. Este crecimiento de la población ha venido acompañado de varias estrategias, una de ellas, ha sido la de vivienda gratuita que el gobierno nacional ha entregado a poblaciones desplazadas por dinámicas de violencia en el país. Teniendo en cuenta que son poblaciones con diferentes problemáticas, de distintas regiones, que llegan a compartir una misma unidad residencial, la SCRD ha acompañado y financiado parte de la intervención “Comunidad-es: Arte, Biblioteca y Cultura” en alianza con el Ministerio de Cultura. Adicionalmente, se está trabajando con la Secretaría de Hábitat en el proyecto PIVE (Programa Integral de Vivienda Efectiva), el cual es un programa de vivienda para población desbancarizada e ingresos menores a dos salarios mínimos que de otra forma no podría acceder a una vivienda.
El trabajo que la SCRD ha realizado en esta estrategia ha tenido su centro en acompañar a los nuevos pobladores en la consolidación de condiciones básicas de acuerdos de habitabilidad, participación, liderazgo, convivencia y reconocimiento y respeto a la diferencia. En suma, es un acompañamiento que mediante la excusa del encuentro, la palabra, las artes, las prácticas culturales, deportivas y recreativas, busca aportar en la construcción de pilares para una comunidad sólida, con dinámicas de liderazgo y participación y de cara a su entorno.
El proyecto “Comunidades Culturales para la Paz” tiene otro frente de trabajo en alianza con la Secretaría de Hábitat: Fortalecimiento de liderazgos culturales y laboratorio de estructuras blandas. A diferencia del proyecto anterior, este se llevará a cabo en barrios cuya población lleva varios años allí, pero que tienen carencias de espacio público, infraestructura y mal uso de elementos ambientales. En este sentido, SCRD acompaña la labor de la Secretaría de Hábitat mediante dos líneas principales: una escuela intensiva para capacitar, habilitar y fortalecer liderazgos culturales y sociales y la estrategia de “estructuras blandas”, las cuales permiten retomar prácticas de uso del espacio público —su apropiación y cuidado—, la participación, la construcción de comunidad y el encuentro ciudadano.
Los barrios de auto construcción que rodean por punta y punta a Bogotá, contienen la historia de generaciones de migrantes trabajadores que casa a casa le fueron poniendo calle al espacio público.
Estas estrategias de intervención tienen algo en común: la alianza con las iniciativas ciudadanas. Concebidas como un proceso colectivo para generar ideas, aprendizajes, acciones y ejercicios creativos, que contribuyen a identificar e incidir en la solución de problemáticas relacionadas con las dinámicas sociales, culturales, históricas y ambientales de su territorio. Pedagogías populares, constructivismo, investigación de memorias y barriales, son formas de aportar a la construcción de comunidad, fortalecimiento del tejido social y a la transformación social y cultural de su contexto. En este sentido, el trabajo con las iniciativas permite que los nuevos pobladores de estas viviendas, o los que están en proceso de mejoramiento barrial, encuentren otras formas de habitar el territorio, reconocer a sus vecinos y trabajar por el barrio desde el fortalecimiento del capital social.
“Comunidades culturales para la Paz” es entonces una estrategia de encuentro, de reunir actores muy diversos y ponerlos a gravitar alrededor de la pregunta por la comunidad, por la convivencia y el tejido social. De este modo, entretejer las diferencias desde muchos saberes y prácticas para darle sentido al vivir en un lugar, construirlo, habitar afectivamente el territorio y reclamar espacios para ejercer el derecho a la ciudad desde muchas prácticas y saberes, así sea cayéndonos de unos zancos.