Resalta, a los ojos del transeúnte desprevenido, descubrir recurrentemente su imagen replicada en las puertas de las aceras de la localidad más industrial de Bogotá. Pasa en sus barrios más residenciales, pasa en los recovecos tranquilos que bordean las zonas verdes y los parques silenciosos, y si es usted solo un visitante de la localidad, sin duda le sorprenderá: las puertas hacen las veces de espejos en Puente Aranda, más que en ninguna otra parte.
Las razones han de ser diversas, enmarcadas probablemente en una cuestión de época: una determinada estética que se impuso a finales de los 90s, que siguió por la primera década del 2000, y desde luego tiene un eco. Y la curiosidad se despliega cuando se hace evidente que, incluso puertas de años anteriores han sido adaptadas con espejos: ¿Por qué? ¿Para qué el espejo? ¿Para reemplazar el vidrio que al mismo tiempo que garantiza que la luz atraviese, impide que se vea a través de él? ¿Qué se oculta ahora, que antes no importaba velar? O mejor ¿Hay quizá algo que aparentar?
Y sin embargo, disipando las preguntas a las que no nos corresponde dar respuesta, nos quedamos con la sensación del reflejo frente a una puerta, como una metáfora de la introspección, y la idea surreal de entrar en nosotros mismos una vez la puerta se abra y la atravesemos. Atravesar un umbral para sumergirse en la propia identidad. Desde luego la metáfora se acaba –o se extiende- cuando en realidad es otro el que abre la puerta. La alegoría se vuelve entonces un recurso para explicar nuestro encuentro con el otro, como el puente para encontrarnos a nosotros mismos.
Va, incluso más allá. El reflejo es todo aquello que habitamos y que nos rodea: El parque de al frente, la tienda de la esquina, la casa de la vecina, las historias tejidas y compartidas con ese otro, que abre la puerta y que soy yo mismo. Aquella casa esquiva, que no quiere que veamos su interior, termina contrariamente, conteniendo esa composición exterior, que somos todos.
Pasee un día por las calles casi desiertas de los barrios residenciales de Puente Aranda: Veraguas, Carabelas, Ciudad Montes, Villa Inés, Santa Matilde entre otros, y descubra, en medio de su tranquilidad, su reflejo esperándolo.