
Por Nicolás Montero Domínguez
Secretario de Cultura, Recreación y Deporte
Una vez al año las tinguas azules pasan volando por Bogotá. Son unos pájaros bellísimos que migran desde Norteamérica hasta la Patagonia buscando mejores climas, y hacen un alto en los humedales de nuestra ciudad para repostar fuerzas. Seguro más de uno las ha visto, ya en tierra, cuando bajan, o en el aire, volando en grupo. Las alas extendidas, el orden de su vuelo, es una imagen donde podemos leernos hoy.
La cultura ciudadana es una práctica extensa desde la cual leemos la realidad, procuramos entender al ciudadano en sus contextos, y proponemos aproximaciones que le hagan consciente de su papel en la sociedad, señalando comportamientos con los cuales podemos aportar, todos y cada uno de nosotros, a que como sociedad tengamos cada vez mejores niveles de vida, de relacionamiento con el otro y con la ciudad. Hoy, cuando necesitamos que el distanciamiento físico sea una regla de juego, cuando necesitamos cuidarnos manteniendo entre nosotros dos metros de distancia, abrimos una conversación con los ciudadanos, para que abramos los brazos, abramos las alas, y de ese modo podamos avanzar en el cuidado mutuo hacia nuevas formas de habitar.
“Alas de distancia” es una estrategia de cultura ciudadana que propone una conversación alrededor del distanciamiento físico como forma de cuidado. Para proponerla hemos previamente recogido los datos, ordenado la información, escuchado a los ciudadanos. A todos, tanto a los que durante este periodo de aislamiento han estado atentos a la norma como a los que no lo han estado tanto, porque es importante entender los motivos, conocer las razones por las cuales algunos pocos incumplen las recomendaciones de cuidado. Algunos pocos, porque uno de los hallazgos previos es que la mayoría de los ciudadanos están cumpliendo con el cuidado de sí y el de los demás. Eso es muy valioso: reconocer que nos asumimos como ciudadanos cuidadores, que estamos dispuestos a adaptar nuestras rutinas, nuestras formas de habitar, para hacerlo desde el cuidado mutuo.
Confiamos en que los ciudadanos de Bogotá responderán cada vez más y mejor a las medidas de cuidado que se les propongan. Es por eso, para llevar esta información, para plantear la importancia del distanciamiento, que a través de una intervención artística empezamos en el 20 de julio a pedirles que abran los brazos para medir la distancia física adecuada, los dos metros que cuidan de ellos y de los demás. Con alas de distancia proponemos una nueva forma de volver a encontrarnos, de habitar los espacios comunes, de descubrir la ciudad. Así, como los pájaros, como nuestros pájaros, que abren las alas para volar. Así también nosotros debemos abrir los brazos para recorrer Bogotá seguros y cuidando del otro.
Pero esta conversación no se queda aquí. Buscamos proteger y expandir la vida, queremos que Alas sea una forma de aproximarnos a la reflexión sobre el nuevo contrato, sobre la Bogotá del siglo XXI. Abrir las alas para buscar nuevos horizontes donde nuestra relación con los otros, con el medio ambiente, con la ciudad, sea más activa, más cercana, más consciente. Abrir las alas para desplegar de ese modo también nuestra capacidad creadora y ponerla al servicio de comprender nuestro papel como ciudadanos, para respondernos cada uno a qué está llamado no sólo en la coyuntura actual, sino en la idea de Bogotá que se traza en su cabeza. Abrir las alas, en fin, para que sea un primer gesto en la búsqueda de nuevas maneras de relacionarnos, en el esfuerzo por construir una ciudad más justa, más incluyente, más capaz de reconocerse a sí misma. Donde cada ciudadano encuentre en los demás un espejo de sí mismo.
Eso es Alas, que Bogotá sea una ciudad cuidadora, que Bogotá sea una ciudad creadora, y sea, ante todo, una ciudad de brazos abiertos, capaz de volar y de acoger.